Así, en un momento de inspiración, creó el turrón de doña Pepa y se lo entregó a Dios en ofrenda. Josefa asegura que el Cristo le sonrió y bendijo su presente; desde entonces ella asistía a cada procesión, llevando y ofreciendo su dulce.
El turrón de doña Pepa está compuesto por varios palitos de una masa especial, éstos cubiertos por miel de chancaca y decorados con grageas de azúcar. Aunque se vende en toda época del año, es tradición consumirlo en el mes morado: octubre. Por esta razón, la mayoría de sus empaques son de color morado.
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Fuente de la historia: Baluart.net
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